La persecución de la princesa. (Kestra y Kyle)

Alae... mi hermana, se había descontrolado, era noche de plenilunio y no pudo contener a la bestia que dormitaba dentro de ella. Habían usado la nigromancia con ella, la habían convertido en híbrido de humano y tigre. Aproveché para huir, mi hermana no podía controlarse y me había pedido que si encontraba la ocasión de escapar que lo hiciera, aunque eso significara que tuviera que dejarla atrás.

En la huida me había topado con un pájaro haai, aquellas criaturas me parecían hermosas, eran seres a los que los sheks dejaban en paz, a las que los celestes cuidaban con cariño... El pájaro en ese mismo momento me llevaba al bosque de Awa, uno de los últimos refugios de los rebeldes, habría ido a Kazlunn, pero los sheks me detectarían enseguida al estar la torre rodeada de ellos luchando por conseguir apoderarse de ella. Estaba en Shia, ver mi hogar destruido de aquella manera me hizo llorar por tercera vez aquel día, ¿esto no acabaría nunca? Todo... Shia ahora era un lugar sin vida, solo pululaban por lo que quedaba ladrones y gente de horrible; las familias habían muerto en la lucha cuando mi padre se reveló contra Ashran, una lección para Shia y los demás, recordándoles quien poseía el poder de Idhún.

El pájaro gritó asustado, de repente estábamos rodeados de sheks, un escalofrío me recorrió la columna vertebral, insté al pájaro haai para que volara más deprisa, pero este estaba cansado de volar durante toda la noche, las fuerzas le flaqueaban. Un shek nos pisaba los talones, rogué a Irial que nos ayudara a huir de ellos, pero el pájaro no puedo aguantar más... caímos en picado...

-Ahhhhhh...- grité mientras caíamos, me aferré al pájaro con todas mis fuerzas muerta de miedo, esto no podía ser real, tenía que ser un sueño, una pesadilla, pero sabía perfectamente que era real. Este iba a ser mi fin.

-¡Ouch!- el pájaro y yo aterrizamos en un pajar. Yo estaba bien, solo con algunos rasguños, pero el haai se había llevado la peor parte, al atravesar el destartalado techo de la caseta semiderruida se había clavado un listón de madera astillado. Ahogué un grito, el pájaro estaba a mi lado emitiendo sus últimos gorgojeos, estos eran de sufrimiento. Las lágrimas volvieron a mis ojos, no podía seguir oyendo al pájaro así, me dolía en el corazón. Al cabo de unos segundos el pájaro haai emitió un último sonido. En parte me alivió, no sabía que hacer con él para ayudarlo, era incapaz de terminar con su vida aunque fuera para que no sufriera más, así de débil era yo.

Al cabo de un rato me desmayé.

Oía ruidos en el exterior. Abrí los ojos de inmediato, si era aquella gente que ahora habitaba en Shia debía tener mucho cuidado, a saber que harían con una princesa sin protección. Trastabillé al exterior como pude, la cabeza me daba vueltas y veía todo un poco borroso, giré la cabeza para ver por última vez al pájaro haai que me había ayudado a escapar de Drackwen y cerré la puerta, antes de que entraran por el otro lado aquella gente. Antes de echar a correr oí a un hombre exclamar palabras poco ortodoxas sobre los celestes y los pájaros haai. Lo mejor era irse de allí cuanto antes.

La mañana seguía y yo estaba completamente agotada, si no me equivocaba esta a unos pocos kilómetros de la frontera a Vanissar, estaba muerta de sed, debía de llegar cuanto antes al río Adir, lo peor es que estaba junto en la frontera. Me juré, que dejaría de ser tan débil y lucharía contra la tiranía de Ashran y se lo haría pagar muy caro. Mi odio hacia Ashran se fue convirtiendo en un sentimiento intenso.

Estaba bebiendo agua tranquilamente, la necesitaba, la garganta todavía la tenía seca a pesar de haber bebido mucho y la sed no se iba. Seguí bebiendo cuando una voz me sobresaltó.

-¿Perdona? - alcé una ceja, no me creía lo que decía esta feérica, miré a los Szish, al parecer era una feérica renegada, ponerse del lado del Séptimo significaba dar la espalda a los Seis, en su caso, sobretodo a Wina. - ¿Qué acabas de decir sobre mi hermana? ¡Estúpida hada, eres una maldita zorra! - medio grité.

Un szish vino directo hacia mí. Saqué la espada que llevaba en el cinto, no era mi espada ya que me la habían arrebatado en Drackwen, pero encontré esta en una casa que milagrosamente seguía en pie. Había tenido que mover unos cuantos cadáveres para conseguirla, también encontré unas dagas que me servirían de mucha ayuda.

El szish blandió su arma y me atacó de frente, hice una finta y nuestras espadas chocaron. Me moví veloz hacia un costado, ataqué y al szish apenas le dio tiempo a reaccionar, paró el golpe un poco tarde, ya lo había herido. No era muy profunda, pero era lo bastante para inflingirle suficiente dolor.

El szish volvió a atacar de frente, ¿es que no se daba cuenta de que de frente era demasiado fácil parar los ataques o qué? Al parecer no, frené su ataque y nuestras miradas quedaron a la misma altura. Con la mano libre cogí una daga del cinto sin que se diera cuenta y se la clavé en el estómago. Es szish se echó hacia atrás, gruñendo de dolor. Una leve sonrisa se asomó por mi rostro. El szish se quitó la daga y la tiró detrás suya, la daga cayó al río. Aproveché aquel momento de distracción para hundirle mi espada en el pecho.

Retiré mi espada de su cuerpo y el szish cayó al suelo. Me volteé hacia la feérica y los cuatro szish. Mi mirada era retadora.

- ¿A quién le toca ahora?

Fulminé a Gerde con la mirada, esa hada era una maldita engreída. Ví a un chico acercarse a nosotras, por detrás de Gerde, ¿qué haría en un lugar como lo que era ahora Shia?

El joven dijo unas palabras y Gerde mandó a un Szish contra él. Luego la feérica hizo que mis pies se pegaran al suelo con dos haces de luz, no me di cuenta para que servían hasta que no pude moverme.

- ¡Suéltame maldita hada! - exclamé mientras intentaba soltarme de los haces de luz.

Seguí intentando liberarme de los haces de luz, no me gustaba para nada estar presa, tal y como lo había estado en la torre de Drackwen, pero esta vez no era algo como aquello, aquí no había barrotes ni nada, solo esos haces que me impedían moverme.

Vi como aquel chico terminaba con el szish hábilmente, parecía un guerrero, debía de ser un soldado. Observé a Gerde con el ceño fruncido cuando habló, acababa de menospreciar a mi diosa, a Irial. Me dieron ganas de decirle unas cuantas cositas, sobre que había traicionado a los Seis, sobre todo a Wina, por ponerse del lado del Séptimo. Me repugnaba que una feérica hiciera eso.

Extendió la mano hacia nosotros, sentí que algo me tiraba hacia atrás, liberándome. Me di un fuerte golpe contra el suelo cuando choqué contra él unos metros más allá, esa maldita feérica se iba a enterar...